
Propietaria de negocio local se convierte en mentor para la juventud del Barrio Borikén.
Caminando por la calle Division, es imposible no sentir la acera retumbar por la música proveniente de los parlantes que resguardan Reina’s Cakes, una pastelería en el corazón del Barrio Borikén.
Al entrar, se puede ver un muro que exhibe, orgullosamente, las fotografías de los clientes que han acompañado a Reina Marcelle durante su camino de tres años como propietaria.
En la parte trasera del local, Marcelle, junto a Angelina Moyano, su usual ayudante, preparan su postre más vendido: el tres leches, dulce tradicional latinoamericano.
Moyano, recientemente graduada del Roberto Clemente Community Academy, escuela ubicada a solo unos minutos de la tienda, lleva nueve meses ayudando a Marcelle.
Fue durante uno de los eventos “pop-ups” de Reina’s Cakes que Moyano conoció a Marcelle. A falta de ayuda durante el evento, ella se ofreció a pasar los postres de muestra. Desde ese entonces, todos los días intenta reservar un tiempo para visitar a Marcelle, contó Moyano.
La joven, residente de Humboldt Park, dijo que, aunque en un principio regresó a Reina’s Cakes por su interés en aprender a decorar postres, lo que la retuvo fue la relación que forjó con Marcelle.
“Es una relación de madre e hija”, dijo Moyano.
Como ella, otros jóvenes de la comunidad han encontrado en Reina’s Cakes un segundo hogar. Marcelle dijo que se siente orgullosa de haber creado un espacio seguro al que quieran regresar después de la escuela.
“A veces, como que yo soy la mamá de todos los muchachos”, dijo Marcelle.
Ella dijo que el principal motivador para empezar su negocio siempre fue lograr un cambio positivo en los miembros de su comunidad, especialmente en los más jóvenes.
Pero, para lograr ese cambio, Marcelle tuvo que empujar sus sueños por un largo camino.

Hace tres años, Marcelle recibió la noticia de la muerte de sus padres. Con sus hijos adultos, haciendo su vida en otro estado, el fin de una relación de veinticinco años y una cadena de decepciones laborales, sintió que “había perdido todo”.
Pero, el sentimiento que detendría a la mayoría de personas, tuvo un efecto motivador en Marcelle.
Entendió que tenía dos opciones, dijo ella: “estar triste o hacer algo”; ella decidió hacer la diferencia y retomar la profesión que su madre le enseñó con tan solo quince años: la repostería.
Marcelle empezó vendiendo sus postres en un carrito que empujó todos los días durante dos años, por el parque de Humboldt Park, recordó ella.
“Empecé con miedo. Yo no conocía a nadie. Yo estaba horas y nadie me compraba. Llegaba a mi casa llorando”, dijo Marcelle.
Marie Marcelle, hija de Reina Marcelle, recuerda la preocupación que sentía cuando llamaba a su madre durante los crudos inviernos de Chicago.
“Mamá, parece que hace frío. Mamá, está lloviendo. Mamá, ¿Qué haces afuera?,” recordó que dijo durante una llamada en la que le pidió a su madre que hicieran una videollamada para ver las condiciones en las que se encontraba trabajando.
Pero Marcelle se negó. Siempre le contestó que estaba bien. Incluso cuando “no tenía ni comida en su casa” porque “guardaba cada centavo para su negocio”.
Durante la entrevista para La Voz, mientras Marcelle veía a su hija, vestida con un delantal de Reina’s Cakes, decorando postres en la tienda que tanto le había costado construir, dijo entre lágrimas que nunca se rindió porque quería “marcar una diferencia, hacer que mis hijos se sintieran orgullosos y hacer algo que importara.”
“Sé clara,” la interrumpió Marie. “Siempre hemos estado orgullosos de ti.”
Hoy, Marcelle exhibe su primer carrito en su tienda en Division para no olvidarse de lo que le costó llegar a donde está.
Pero eso no quiere decir que no siga sacando su carrito a dar una vuelta.

“¡Ahí llega Reina! ¡Ahí llega Reina!,” exclaman montados en sus bicicletas Jaden Reynolds y Armand Duncans, dos de los jóvenes de la comunidad a los que más se les puede ver en Reina’s Cakes, anunciando la llegada de Marcelle y sus jóvenes al parque.
Cada domingo después de las tres, cuando el clima de Chicago sonríe en Humboldt Park, Marcelle cierra su tienda e invita a todo el que esté presente en su establecimiento a acompañarla a vender.
“Me encanta llevar mi carrito para que ellos vean que, aunque yo tengo éxito aquí, no me voy a olvidar de ello”, dijo Marcelle.
Marcelle dijo que es importante que los jóvenes tengan un lugar donde puedan sentir que pertenecen y donde puedan aprender herramientas que les sirvan en su adultez.
Ella dijo que aunque no tiene los recursos para ofrecerles empleos, intenta ayudarlos enseñándoles su profesión y todo lo que involucra.
Es definitivamente una comunidad, dijo Reynolds, quien descubrió a Reina’s Cakes durante su inauguración en el 2024.
Reynolds dijo que su tiempo en Reina’s Cakes lo ha ayudado con sus habilidades sociales. Él dijo que observar cómo Marcelle se relaciona con sus clientes le ha enseñado a llevar una conversación de una mejor manera.
Para Duncans, en cambio, lo más importante es que Marcelle siempre está ahí para escucharlos.
Marcelle dijo que la mayoría de los jóvenes que pasan tiempo en su local están por terminar la secundaria, un momento definitorio en sus vidas.
“La gente no les da una oportunidad porque creen que son demasiado problemáticos,” a veces, dijo ella, “solo necesitan alguien que los escuche.”
Algo tan simple como un: “¿Cuéntame de tu día? ¿Qué quieres hacer? ¿Ya aplicaste?,” dijo Marcelle.
Moyano mencionó que ahora que ya se graduó de la secundaria, entiende la importancia de los mentores en la juventud y la comunidad que se crea alrededor de espacios como los de Marcelle. Es por eso que intenta acercar a más amigos y jóvenes del barrio a cambiar su perspectiva acerca de Humboldt Park mediante las actividades que Marcelle les ofrece a sus jóvenes.
“Siento que pudieron ver que nuestra comunidad no es toda mala, porque nuestra comunidad tiene un poco esa reputación,” dijo Moyano.

Hoy, Marcelle sigue empujando su primer carrito junto a la comunidad que la vio convertirse en Reina, la dueña de Reina’s Cakes.
Marcelle dijo que mientras pueda hacer la diferencia en un hogar, habrá cumplido sus metas.
“Ellos me necesitan a mí como yo lo necesito a ellos,” concluyó Marcelle con un sabor a dulce.