Ziad nació en Ramallah, un pueblo pequeño ubicado a unas 12 millas de Jerusalén. En el año 1970, su padre, quien vivía en Puerto Rico desde hacía unos años atrás, lo llevó a él y al resto de familia a vivir a San Germán, al suroeste de la isla, la segunda población con más antigüedad en Puerto Rico, después de San Juan. Se instalaron allí con el propósito de mejorar su calidad de vida.
Su padre, como muchos árabes, negociaba con telas y joyas. En el año 1976 se trasladaron a la ciudad de Chicago; por ese entonces Ziad tenía 19 años. Comenzó a trabajar en el Departamento de Aguas de Chicago. Su hermano, graduado de la Universidad Interamericana de San Germán, trabajaba por esos días en la Oficina de Migración en el centro de la ciudad. Fue su hermano quién conoció al entonces dueño de la tienda donde funciona actualmente La Municipal. “Recuerdo que era un señor bastante mayor, estaba casado con una agradable señora puertorriqueña, igual que mi hermano. El señor estaba vendiendo la tienda porque se sentía cansado. Así que unimos esfuerzos y compramos la tienda. Yo dejé el trabajo en el Departamento de Aguas y comencé a trabajar solo la tienda, unos meses después, mi hermano también dejó su trabajo para unirse a la tienda y trabajamos juntos por más de 28 años”.
“La tienda ha estado ubicada allí por muchos años. Cuando mi hermano y yo la compramos, era más pequeña, pero la fuimos creciendo con los años, fue de las primeras tiendas latinas en Chicago. Recuerdo muy bien que teníamos clientes que venían desde Michigan, Indiana y Wisconsin, únicamente para comprar productos puertorriqueños y latinos. Lo que más le gustaba adquirir a nuestros clientes eran dulces, galletas, café, plátanos verdes, maduros, guineos y ñame. Nuestra tienda era muy famosa dentro del Latin-Community y la gente se emocionaba mucho al encontrar cosas típicas de sus pueblos.
Recuerdo aquellas épocas de finales de los años 70s y principios de los 80s. En la zona de Humboldt Park vivían muchos latinos, principalmente puertorriqueños. Debo confesar que mi hermano y yo realmente no sabíamos muy bien dónde estábamos ubicados. Después con los meses entendimos que nuestra tienda hacía parte del corazón latino en Chicago. En la zona eran frecuentes los problemas de seguridad y enfrentamientos entre pandillas. Mi hermano y yo muchas veces tuvimos que hablar con los jefes de esas pandillas. Por medio de la comunicación llegamos a acuerdos. Por ejemplo les ayudamos a preparar paredes para desarrollar el fenómeno del graffiti en la calle de Division, lo que dio apertura a los inmensos y bellos murales que tenemos hoy en día en nuestro barrio. Ésa fue una buena oportunidad para entablar conversaciones con los líderes de esas pandillas y abrir el diálogo a los temas de seguridad en nuestra comunidad. Debo decir que mi familia y yo amamos más esta comunidad, que nuestro lugar de origen. Mi hermano tuvo mucho que ver con el cambio de esta comunidad; era una persona muy visionaria, gracias a él se logró hacer un contrato con la ciudad, y se cambiaron las aceras de la calle Division porque estaban muy dañadas. Se sembraron los árboles que hoy en día embellecen esas calles, y ayudó a gestionar el cambio del alumbrado público.
Comenzamos a trabajar dos personas en la tienda La Municipal, a medida que fue creciendo. También creció el número de empleados. Muchas veces recurrimos a ayudas y préstamos que ofrecía la ciudad. Compramos dos lotes al lado de la tienda y así pudimos crecer. Fueron muchos años de trabajo para lograr tener la tienda que tenemos ahora. Pasamos de dos empleados a doce, principalmente latinos y puertorriqueños. Tenemos personas que trabajan con nosotros desde hace 25 años; somos como una familia.
En el año 2006 vendimos nuestra tienda a unos indios. La verdad es que no trataron muy bien la tienda. Yo regresé después de siete años. La compré de nuevo; la volví a arreglar; mis hijos trabajaron conmigo allí, y son quienes están encargados de la tienda ahora; y puedo decir con orgullo que hacen muy bien su trabajo.
Hemos superado muchas dificultades; no ha sido fácil. Ahora con el problema del COVID-19 nos hemos adaptado. Nuestra tienda nunca había cerrado ni un solo día en más de 40 años. Incluso cuando hemos estado en construcción, nuestra tienda ha permanecido abierta. Lo primero que hicimos al desatarse la crisis de salud que enfrentamos actualmente fue dotar a nuestros empleados de máscaras y guantes. Seguimos los protocolos de limpieza y seguridad, limpiamos permanentemente las puertas de las neveras, la cajas registradoras, lo anaqueles, señalizamos el piso con líneas para que nuestros clientes conserven el distanciamiento social mientras hacen sus compras. Hasta ahora y a pesar de las circunstancias todo está saliendo bien.”
Ziad recuerda con mucho cariño y nostalgia los años que vivió en Puerto Rico. Los llama -Los años más felices de su vida; “Allí pasé parte de mi juventud, allí abrí los ojos y aprendí a ver la vida de una manera distinta. En el día trabajaba con padre vendiendo telas, colchas, y oro. En las noches estudiaba. Recuerdo con mucho afecto mi época de adolescente en Puerto Rico. Cada vez que puedo, viajo allí con amigos y personas cercanas. Les muestro la isla porque la conozco muy bien. Siempre he vivido muy agradecido con el pueblo puertorriqueño porque nos recibieron y nos trataron muy bien a mi familia y a mí durante esos años que vivimos allí. Nos dieron la posibilidad de construir una vida hermosa. De mi padre aprendí a negociar, también aprendí cosas básicas del comercio, nuestro padre siempre nos enseñó a nuestros hermanos y a mí, a trabajar por nosotros mismos, a no depender de un jefe. No es fácil; se trabajan más horas y más fuerte, pero es muy satisfactorio sacar un proyecto adelante. Lo que me enseñó mi padre yo también se lo enseñé a mis hijos.”
Las palabras de Ziad me hacen recordar los valores que promueve El Centro Cultural Puertorriqueno, autodeterminación, autogestión y autodependencia de la comunidad. Resaltamos el trabajo incansable de Ziad y sobre todo su compromiso con la comunidad de Humboldt Park. Él se ha convertido en un icono que acompaña las luchas por la construcción del bienestar, la convivencia y el futuro de nuestra colectividad.
Recientemente El Centro Cultural Puertorriqueño abrió El Centro de Desarrollo para Pequeños Negocios (SBDC por sus siglas en inglés) en el Oeste de la Ciudad de Chicago, ofreciendo servicios de asesorías individuales en temas como: Evaluación financiera, planificación, análisis y orientación, planes de marketing, entidad empresarial y configuración organizacional, asistencia con certificaciones, conexión a recursos legales, fiscales y financieros, licencias comerciales y permisos.
Para más información comuníquese con al número: 787-390-3849, escriba un correo a
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Por David Trujillo Communications and Social Media