FIESTA BORICUA: CUARENTA AÑOS DEFENDIENDO LA IDENTIDAD PUERTORRIQUEÑA DE BANDERA A BANDERA

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By Carlos Quiles

Esto que aquí escribo es algo así como un cuento corto. Un cuento de la vida real, con su escenario real, con sus personajes reales. Para dejar las cosas asentadas sobre una base sólida, utilicemos la definición de cuento. Bien, un cuento, en términos literarios, “es una narración breve, oral o escrita, en la que se narra una historia de ficción, con reducido número de personajes, una intriga poco desarrollada y un clímax y desenlace final rápidos.”

Si nos dejamos llevar por esta definición, entonces, las dos primeras oraciones de este escrito chocan de frente con la misma. Un cuento corto, sí, está bien, concuerda. Pero, ¿un cuento de la vida real, desarrollado en un escenario real, con personajes que existen en la realidad?, uhm, choca, ¿verdad? Pero insisto. Déjeme contarle el cuento.

El primer escenario, Aeropuerto Internacional Luis Muñoz Marín, de Carolina, Puerto Rico, aunque digan San Juan. Los personajes en orden de aparición: un poeta, un cantautor, un trovador y su esposa, un alcalde, un patriota que estuvo encarcelado por treinta y seis años en cárceles federales por el solo hecho de luchar por la independencia de su patria; un grupo representativo de un pueblo de las montañas de Puerto Rico. 

El poeta y el cantautor, por aquello de buscar el aplomo y el valor para montarse en el pájaro de acero que los llevaría a su destino final, deciden tomarse una cerveza. Se toman tres cada uno. Pidieron la cuenta;

cincuenta dólares. ¡Wao! En la calle serían dieciocho. Pero la necesidad obligaba. 

Todavía faltaba algo para el aplomo y la valentía. Entraron a una tienda “duty free” ¿Tendrán una caneca de chichaíto por ahí?, fue la pregunta para una muchacha joven, bonita y encantadora que atendía el público. Claro que sí. Mire, allí está, en aquella tablilla, cuesta cinco dólares. Wao, que chévere, respondió el poeta. Pero, añadió ella, estoy segura que no la van a abrir, que se la van a llevar en una bolsita y se la van a tomar cuando lleguen a su destino. Estoy segura de eso, ¿verdad que eso va a ser así? Así será, no tenga la menor duda. Nosotros somos respetuosos de las normas. Salieron de la tienda, fueron al baño, abrieron la caneca y se zumbaron cada uno un buen palo de chichaíto.

Saliendo del baño se encontraron con el patriota. Saludos respetuosos, breves. Se dirigieron al “gate” de salida. Ese grupo que está ahí va para la fiesta, son los de Ciales, le dijo el cantautor al poeta. Mira, allá veo a Jovino González y a su esposa. Se acercaron, saludos cordiales.

Llaman para abordar y hacen la fila. Más o menos media hora después el pájaro de acero salió volando. Los cincuenta dólares por seis cervezas, se me olvidó decir que eran Medallas de botella, y el par de juanetazos de chichaíto habían hecho su trabajo. Poeta y cantautor iban relajados, con una sonrisa amplia. Si se cae no te preocupes, dijo el poeta, el avión no es de nosotros. 

   El tiempo pasó volando. Aeropuerto Midway, Chicago. La caneca llegó vacía. Encuentro con la gente que llegaron a recoger a los visitantes, liderados por Luis Rosa, patriota exprisionero de guerra. Cada quien se fue por su lado; el cantautor y el poeta se fueron con una amiga que muy generosamente les permitió quedarse en un apartamento espectacular en la Ketsy, nevera llena de comida y cervezas. Una maravilla de mujeres que viven y se protegen en aquel edificio. Antes de ir al apartamento, llegaron a un lugar en la calle Division donde la comunidad le dio la bienvenida al grupo que acababa de llegar.  Exquisita la comida y la velada. El poeta leyó una décima dedicada a la diáspora de la comunidad puertorriqueña de Chicago. El cantautor interpretó, acompañado de su guitarra, las décimas de Juan Antonio Corretjer, poeta nacional y de Ciales, Boricua en la luna, con la letra que hace mención de Chicago; excelente interpretación la del cantautor.

Así comenzó la Fiesta Boricua de 2021, con ese canto de identidad: “Yo sería borincano aunque naciera en la luna.” Una excelente delegación representando al pueblo de Ciales, Puerto Rico, junto a su alcalde, vinieron a celebrar esa identidad nacional a la ciudad de Chicago, Illinois. Había un aire de montaña en el ambiente y las décimas de Corretjer, musicalizadas   hace muchos años atrás por el grandioso cantautor Roy Brown, se pasearon por aquel espacio en la voz de Elbin Torres. 

El grupo representativo de Ciales celebraba el momento, su alcalde gozaba la ocasión. José López sonreía satisfecho y la gente de la comunidad, que trabajaban para complacer a todos brillaban de la satisfacción. Los cialeños llegaban para ver aquella comunidad que se había levantado, poquito a poquito, de lugar en lugar, empujados por el “gentrification”, pero siempre en lucha, siempre resistiendo. Lo hicieron, y lo siguen haciendo, con grandes esfuerzos y sacrificios, motivados por una sola cosa: su identidad puertorriqueña. Les costó sudor y sangre, cárceles y ausencias…

Allí comenzó la Fiesta Boricua, que celebraba cuarenta años de existencia, cuarenta años celebrando la puertorriqueñidad, la cultura, la Patria. Este año, dedicada a Ciales, que se convertía en ese vínculo con la Patria en el Mar Caribe. Tres días de fiesta grande, tres días de bandera y nación; cuarenta años de fe y esperanza. Una vida entera de muchas familias que se asentaron en aquella ciudad, sin otra cosa que su puertorriqueñidad. Nuevas generaciones que fueron surgiendo al paso de los años, que todavía luchan por su espacio, que exigen sus derechos y pelean por ellos, con una sola bandera, la suya, la puertorriqueña; que se sienten boricuas de corazón, aunque nacieran en la luna. ¡Pa’que tú lo sepas!

Ciales cantó y bailó. Sus cuatros, guitarra, güiro y percusión, sus trovadores, llenaron el espacio de bandera a bandera. Su trovador Jovino González improvisó décimas desde su fina inspiración y su voz extraordinaria. Se celebró la Misa Jíbara, con la oración de Padre Raúl y la música sacra de un grupo de comerieños y de otros lugares, con los feligreses de la comunidad. Sonó la salsa, sonaron los artistas de allí, los locales. El cantautor se gozó la fiesta y se quedó con la tarima. El poeta se trajo en el corazón a toda aquella gente maravillosa, que se organizaron para celebrar magistralmente los cuarenta años de Fiesta Boricua, su gran fiesta boricua al otro lado del Atlántico.

Al final me he dado cuenta que esto no es ningún cuento. ¡Es una hermosa realidad! ¡Que viva la Patria puertorriqueña en Chicago!